"Síganme" | Cuento
Cuando los rayos del sol amenazaban con despuntar, ellos ya estaban en a la orilla del mar de Galilea, arreglando las redes.
Era otro día más de trabajo. El mismo que, desde hacía ya un tiempo, no cambiaba en nada.
La temperatura había bajado un poco, algo típico del amanecer, pero él estaba de buen humor. A su lado, Juan remaba con una de las redes, rota el día anterior, mientras que él se dedicaba a hacer lo suyo propio. Su padre, un poco más retirado de ellos, silbaba una canción que él desconocía.
Poco a poco el lugar se fue llenando de otros que, al igual que ellos, eran pescadores.
Amaba su trabajo, amaba a su hermano y a su padre, quien tambien estaba en el barco con ellos. No era rico, ni mucho menos, pero tenía aquel oficio, que era honesto, y que le alcanzaba para vivir. También tenía amigos, compañeros de aquel mismo oficio, parientes cercanos. No tenía todo en la vida, pero tenía aquello que era... suficiente.
Pero no era feliz.
Había algo dentro suyo que no terminaba de amoldarse. Era como si, de repente, una oleada vacía viniese desde su interior y arremetiera en contra de sí, dejándolo entre perplejo y abstraído, y con una desagradable sensación en el pecho, hasta que la monotonía y la necesidad de sobrevivir hacían que dejase atrás aquello y emprendiera su vida nuevamente. Había convivido con ello desde que había aparecido, desde hacía ya mucho tiempo y, aunque era algo que podía sobrellevar sin más problemas, no era algo lindo de sentir. Además, no se había atrevido a contárselo a su familia, por miedo a una reprimenda por parte de su padre, en plan de "eres mal agradecido". Por lo que había decidido guardarse todo y esperar a que la Divina Providencia le diese la gracia de quitarle aquel sentimiento de una vez por todas. Que le ayudase a armar esa especie de rompecabezas que nunca terminaba de armar.
La balsa se meció con suavidad debido al oleaje, haciendo que volviese al presente. Su hermano y su padre habían estado platicando animosamente, mientras él se abstraía de aquella manera. No sabía qué pasaba por la cabeza de ambos, y le hubiese gustado participar de aquella conversación, pero ese día sentía que las cosas no estaban bien, aunque su buen talante seguía ahí, sin haberse desvanecido.
Con el sol iluminándole el rostro, bajó pesadamente del barco y se acercó hacia un montón de redes más. Al observarlo, Juan se apresuró a seguirlo, ya que no le gustaba dejarlo solo en aquello menesteres.
El sudor le perlaba el rostro debido al abrasador clima. Su hermano le había hecho algunos comentarios triviales mientras separaban las redes sanas de aquellas que necesitaban reparación, a los cuales él le respondía con una sonrisa.
-A veces me gustaría saber que está pasando por tu cabeza.
Aquellas palabras sueltas por su hermano de repente, hizo que Santiago dejase de hacer lo que estaba haciendo por un breve instante, para luego retomarlo.
-¿A qué te refieres?
Juan lo miró por unos instantes y luego agregó:
-Es que a veces pareces estar en otro lado. Es como si estuvieras aquí en cuerpo, pero tu espíritu estuviese lejos.
Santiago, que a veces olvidaba lo perspicaz que podía ser su hermano menor, soltó una risa quedada al tiempo que removía el pelo mojado de Juan, en una muestra de sincero cariño fraternal.
-Te preocupas demasiado. Estoy bien, no me pasa nada.
Juan no replicó y sonrió, pero ambos sabían que no estaba diciendo la verdad.
Fue entonces cuando la figura de un hombre joven se acercó hacia ellos desde la orilla, sin llegar a entrar en el agua. Lo seguían otros más.
Al verlo, Santiago se quedó estático, observándolo si decir nada. El hombre joven sonrió, y un calor que nada tenía que ver con el clima, se apoderó repentinamente de él, lo cual lo dejó perplejo. Se volteó levemente a ver a Juan y vio como él también tenía la misma expresión en su rostro.
Volvió sus ojos hacia Aquel desconocido, para ver que su sonrisa no había desaparecido, sino que incluso parecía más ancha.
-Síganme.- les dijo con vos suave pero firme.
Y entonces sintió, muy dentro suyo, cómo las piezas de aquel rompecabezas comenzaban a encastrar perfectamente.
A. Martínez
Hermosoooo
ResponderBorrarHermosa narración! Y ese vacío en el pecho que tanto tiempo las personas tratamos de ignorar o de llenar, en algún momento tendremos que prestarle atención y comenzar con el rompecabezas de la vida humana 🥰
ResponderBorrarNo podía comentar tenía que actualizar la app, Lindo cuento y es hermosa la imagen que utilizaste en lo personal cuando la observó me transporta a ese relato, gracias por compartirlo hasta la próxima si Dios quiere saludos para ti ❤️
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