CAPÍTULO 8: TRISTEZA | LINAJE OCULTO
— ¿Por qué no me dijiste que trabajabas en el mismo lugar que Yesung?
La voz le había salido rasposa mientras observaba el pequeño jardín de la SM a través del grueso vidrio del ventanal con gesto enfurruñado.
— Si lo hubiese hecho no habrías querido venir conmigo.
—Gracias, ahora tampoco quiero estar aquí.
—Tinny...
—Eres un imbécil. Igual que ese estúpido.
Se sentía una idiota.
Y cuando recordaba la expresión de sorpresa y desagrado que el idol de kpop le había dirigido al verla en el lobby se ponía aun más enferma.
— Además, el no trabaja aquí esencialmente. Está en otro edificio de la SM.
— ¿Y qué hacía justo aquí hoy?
— No lo sé Tinny, fue una desagradable coincidencia. Al menos para ti.
Ella lanzó un profundo suspiro, al punto de que el vidrio del ventanal quedó empañado. Oh Dios, estaba muy enojada. Y frustrada. ¿Acaso la vida no le iba a dar ninguna tregua?
— ¿Por qué te afecta tanto ese tipo?
— ¿No es obvio? Es un arrogante. Detesto a los arrogantes.
Aquello era cierto. Durante la larga estadía en el palacio del ducado, ella había conocido a muchas personas. La gran mayoría de estas pensaban muy bien de sí mismas y muy mal de los demás. Aquel entorno y actitudes le desgastaba el ánimo, ya que ella había nacido en un barrio humilde de las afueras de Londres. Pero también había aprendido a ejercitar su tolerancia ante aquellas gentes, indolentes hasta lo inverosímil.
Pero ¿qué había en aquel sujeto que la irritaba de aquella manera?
Había conocido a personas peores que él, desde luego, pero con cada una de ellas había sido tolerante y dulce. ¿Acaso era por su posición? Tal vez la diferencia con la actualidad era que ya no debía guardar las formas, por eso su yo interno dejaba salir el hastío que Yesung le producía sin ninguna clase de filtro. Lo había visto dos veces y en ambas ella sentía que estaba en desventaja y él se había mostrado altanero. Si, debía de ser eso.
En ese momento se percató de que había estado dibujando figuras abstractas en el vidrio empañado, sin ser realmente consciente de lo que hacía. Las borró con la manga el buzo, de forma casi brusca.
Al dirigir la vista a través del ventanal se topó con un par de ojos lánguidos que la miraban desde otro punto del edificio con recelo. Ella se apartó de sopetón huyendo de su mirada, irritada. ¿Acaso no había otros sectores en los que estar? ¿Por qué tenía estar al alcance de su vista? Se alejó al instante lo más que pudo, sintiéndose increíblemente molesta.
No le había pasado desapercibido el gesto del idol, que viraba entre la pregunta y el reproche. Sabía que ella también le caía mal, pero al parecer, aquello no parecía afectarlo.
Suspiró y se encogió de hombros. Si ella no le gustaba, él a ella tampoco, así que al menos estaban de acuerdo en algo.
Comenzó a caminar en círculos, pensando en qué podría entretenerse durante toda la mañana, retirándose lo más posible del ventanal. Ahora, el único lugar que le daba un poco de paz estaba completamente inutilizado.
Johnny le había ofrecido la biblioteca de la empresa, que se encontraba un par de pisos más arriba. Lo había sopesado un momento, pero era consciente de su nivel intermedio de coreano no le ayudaría mucho en aquel momento.
Le lanzó un fuerte suspiro al aire y se sentó en el amplio sillón de cuero que había allí.
Venía de un par de días muy complicados como para dejar que un simple idol coreano le quitara la poca paz que había conseguido hasta entonces. Y aunque tratara de entender su situación, su mente no la ayudaba para nada. Se sentía débil, vulnerable, como si de un instante a otro todo colapsara. Allí, en aquel lugar, sola, tenía la sensación de que si movía un dedo el status quo se rompería en mil pedazos.
Volvió a pensar en la biblioteca y su curiosidad esta vez empezó a crecer.
Se dirigió hacia la puerta de la enorme sala en donde se hallaba, dispuesta a irse.
Si el status quo debía romperse, no quería estar allí para cuando ocurriera.
...
La biblioteca de la SM no era la gran cosa, pero tenía los suficientes ejemplares como para mantenerla entretenida, al menos durante un rato.
Se había acurrucado en uno de los no tan cómodos sillones que había allí junto a un ventanal, dispuesta a leer uno de los volúmenes que había elegido. O a intentarlo.
No le había costado llegar y, tal y como le había anunciado su amigo, él había hablado con anterioridad sobre ella y su situación, por lo que no tuvo mayores problemas. Allí, se sentía más a gusto y menos contrariada. No sentía ese par de ojos ridículo que la observaban con desaprobación.
Pero, por algún motivo, no recuperaba la calma. Había algo dentro de ella que le impedía estar tranquila. Tal vez fuese el hecho de estar fuera de su lugar seguro, que era el departamento de Johnny, o por la suma de episodios desagradables que había vivido, que no lograba recobrarse. Tenía miedo de desarrollar agorafobia, sumando más trauma a los que ya tenía.
Las imágenes de aquella horrible pesadilla retornaban a ella de manera esporádica, sin que ella pudiera hacer nada para evitarlo. En momentos así, detestaba su incapacidad de controlar sus propios pensamientos.
La sensación constante de no pertenecer allí también era algo que la perseguía, como si estar en aquel lugar fuese alguna especie de realidad paralela, en donde una fuerza extraña y poderosa la hubiese puesto sin siquiera preguntarle.
Por momentos, su atención volvía al pequeño ejemplar que tenía entre sus manos, pero lo que allí decía muy poco le interesaba.
Se preguntaba constantemente si había alguna clase de mensaje oculto en su pesadilla, algo que su subconsciente estaba tratando de decirle pero que ella no podía verlo, al menos de momento. Tener esa clase de falso despertar, su miedo a ser encontrada por aquel sujeto, la supuesta traición de su amigo. Su cabeza se atiborraba de imágenes y pensamientos que no tenían ninguna clase de orden, lo cual le era más que desgastante.
Se rindió con su lectura.
Estaba visto que, aunque lo intentara, su cabeza no iba a dejarla en paz. Oh, cómo le gustaría dormir, pero si quería ser completamente honesta, ahora hasta dormir le causaba miedo.
Dejó el pequeño libro en su regazo y sólo se dedicó a mirar por la ventana, sumida en sus caóticos pensamientos. Los recuerdos de los últimos tiempos comenzaron a agolparse en su memoria, mezclándose con los de su fatídica anterior vida, volviéndose un carrusel indómito de imágenes sueltas envueltas en aquel interminable halo de tristeza y auto desprecio, al cual ya se había acostumbrado hacía mucho tiempo.
En un acto reflejo se llevó la mano hacia su cuello, buscando la cadenita de su madre, intentando así deshacerse aunque sea un poco de tan desagradables sentimientos. Pero sólo sintió un profundo vacío en su interior, por lo que decidió quitarse por unos momentos aquella máscara de entereza que solía usar ante de los demás, y dejar salir las lágrimas retenidas en lo más profundo del ser.
Lloró por ella, por su madre muerta, por su vida, por su futuro incierto. Oh, de verdad, cuánto deseaba dormir.
Quería regresar a casa.
Observó, no sin cierto desagrado, que las agujas del reloj apenas se habían desplazado unos cuantos minutos desde que había ingresado allí. Exhaló todo el aire que tenía en los pulmones, frustrada.
Se detuvo en la mitad del pasillo, pensando en qué podía ocupar su tiempo sin tener que ser una carga para su amigo o para su propia mente.
Instintivamente se dirigió hacia el ascensor, buscando ir hacia algún lugar, sin saber dónde exactamente. Allí dentro, se sintió más tranquila, como si los pequeños espacios le ayudaran con su intrínseca vulnerabilidad. Poco a poco se fue sintiendo más y más relajada, como si un extraño sopor la invadiera de repente y sin que pudiera hacer algo. Ella, ansiosa por dejar de pensar en tantas cosas a la vez, simplemente agradeció aquello y cerró los ojos, esperando a que el elevador anunciara su piso y abriera la puerta.
Pero aquella puerta nunca se abrió.
...
A su primer movimiento, escuchó el inequívoco ruido del papel de una camilla de hospital.
Ay no.
Pero al abrir lo ojos, se encontró en un cuarto completamente tapizado en madera lustrada. La luz le llegaba del techo de manera cansina y tranquila, y el olor a alcohol desinfectante mezclado con café y un ambientador le inundó las fosas nasales, sin llegar a incomodarla.
Al menos, la primera sensación que tuvo al despertar fue agradable. Se preguntaba qué había pasado, pero ella muy dentro de sí ya lo sabía.
Se incorporó de a poco, tratando de entender cuanta información le llegaba a su cerebro, pero no aún se sentía un poco aturdida. Observó que, efectivamente, descansaba en la encimera de una camilla de hospital, cubierta con aquel inconfundible papel ruidoso. También pudo ver que la sala en donde se encontraba era un poco más grande que el consultorio del médico psiquiatra que la había visto el día anterior.
Volteó con curiosidad, buscando saber dónde estaba, sólo para encontrarse con un hombre de edad mediana que la observaba con curiosidad y atención. Su bata blanca y un cubrebocas le decían de que se trataba de un médico o, al menos, un enfermero.
Quiso hablar, pero aquel sujeto, que llevaba el pelo con los primeros signos de canas, le hizo seña de que no lo hiciera.
— ¿Puedes entenderme? — habló en su lugar el hombre, en coreano. En la placa en su escritorio se leía el nombre de Park Jeon Su. Y era, como había sospechado, un galeno.
Tinny asintió con delicadeza, temerosa de que aquella momentánea sensación de bienestar se desvaneciera ante cualquier movimiento brusco.
— Bien. Trata de no hablar ni de moverte demasiado. Espera a que tu cuerpo recupere de a poco sus funciones.
Ella, en aquel punto, no lo pudo evitar.
— ¿Qué me pasó?
El médico, que hasta ese momento la había observado con atención pero sin acercarse, comenzó a hacerlo en ese instante.
— Alguien te trajo completamente desvanecida. — comenzó diciendo, mientras comprobaba sus reflejos pupilares con una pequeña linterna. — Sufriste un colapso. ¿Has comido algo?
Ella simplemente asintió.
— Bien. ¿Te has sentido extraña en estas últimas horas? Mareos, vómitos, aturdimiento.
— Nada de eso.
— ¿Alguna situación estresante?
Allí ella no pudo más que soltar un suspiro de cansancio.
—Si.
El hombre asintió y siguió comprobando sus reflejos y sus signos vitales.
— Estás estable. Tus signos vitales son normales y tus reflejos también, pero tus ojeras y tu aspecto en general me dicen que desde hace un tiempo no puedes descansar.
Ella asintió.
Él se alejó de ella y comenzó a escribir en su computadora, mientras ella trataba de entender la situación en general.
Se había desmayado por ¿debilidad? ¿estrés? ¿ambas? Y además alguien la había cargado y llevado hasta allí. ¿Quien habrá sido? Se moría de curiosidad pero no se atrevía a preguntar nada.
Lentamente sus pies tocaron el piso. Deseaba irse de allí.
— Deberías esperar a que vengan a buscarte. Luego intenta descansar, tu cuerpo lo está pidiendo.
Ella asintió nuevamente, al tiempo que se oyeron un pequeños golpes en la pesada puerta de madera. El hombre se movió con garbo hacia allí y la abrió, pudiendo ver a su amigo de pie en el umbral.
Tras una breve conversación entre éste y el galeno, le hizo un sutil gesto para que ella se acercara y así abandonasen la sala, luego de agradecerle al doctor Park.
Mientras caminaban hacia el aparcamiento de la empresa, Tinny se debatía entre decir algo o mantener aquel silencio que poco a poco se estaba volviendo incómodo. Al principio, el rostro de su amigo había demostrado aflicción, pero en aquel momento tenía más bien un gesto imperturbable. Lo último que ella quería era que las cosas entre ellos se volviesen ríspidas.
Estuvo a punto de decir algo, cuando Johnny la interrumpió.
— Lo siento Tinny. Todo esto fue mi culpa. Yo insistí en que vinieras. De verdad lo siento.
Ella negó profundamente con la cabeza.
—No Johnny, no te disculpes por una situación que escapa de tus manos.
En ese momento, y habiendo llegado al estacionamiento, el joven se dirigió hacia la mesa de entrada, para dar aviso de su ausencia repentina. Tinny podía observar las espaldas anchas del chico desde donde se encontraba.
Entonces algo, de un rosa vibrante, se instaló en su campo de visión, sacándola de su insondable ensimismamiento.
Desconcertada, volteó para poder observar los delicados pétalos de una flor, sostenida en el espacio delante de sus ojos. Al voltear, pudo ver que quien le extendía el pequeño ejemplar de gerbera, era la misma persona que la había observado con desdén temprano en la mañana.
Instintivamente su mano la recogió, para luego caer en la cuenta de que aquella situación era por demás inusual. Volvió su mirada hacia Yesung, pero este estaba de espaldas hacia ella, alejándose en dirección a la salida.
Tinny volvió la mirada a la flor que tenía entre sus dedos.
¿Por qué?
Continuará.
♥

Porque miró la flor Thomy ❤️
ResponderBorrarEl suspenso es adictivo, pero a veces es tan intenso que me deja sin aliento, ansio saber qué pasará✨️
ResponderBorrarEspero pronto el siguiente capítulo saludos ❤️
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