CAPITULO 7: SESIONES | LINAJE OCULTO

 




El peso de algo que no podía reconocer impedía que se moviera.

Intentó abrir los ojos pero los sentía demasiado pesados como para hacerlo, al igual que su cabeza. 

¿Qué había sucedido?

Lo último que recordaba era estar en la sala del apartamento de Johnny con una angustia terrible y muchas ganas de llorar. 

— ¿Tinny?

La voz de su amigo le llegó desde algún punto por encima de su cabeza. 

— Se pondrá bien. Todos sus signos vitales son normales.

— De acuerdo.

— Asegúrate de que permanezca tranquila.

Tinny se sorprendió al escuchar una voz completamente desconocida y, por un momento se alarmó. Pero al notar que Johnny no parecía alterado, decidió confiar en él. 

La brisa suave y cálida le llegaba desde algún sitio y le acariciaba el rostro. Poco a poco comenzaba a sentir los músculo de las piernas menos agarrotados; la movilidad volvía a ella.

Escuchó el sonido de pasos alejarse de donde estaba y, posteriormente, una puerta cerrarse. 

— Sé que puedes escucharme, Tinny. Ya abre los ojos. 

Ella sintió una extraña calma y decidió hacer caso al chico que le hablaba desde algún punto. 

Las pupilas le ardieron ante la luz proveniente de los aparatos del techo. Entrecerró los ojos en un acto reflejo, al tiempo que se incorporaba. Estaba en la cama de Johnny. 

— ¿Qué me pasó?

— Eso debería preguntar yo. 

Ella abrió totalmente los ojos, acostumbrándose a la visión. Johnny estaba de pie, apoyado en la puerta de la habitación. En su rostro había una mezcla de emociones, que iban desde la preocupación hasta el desconcierto. 

— Yo... No lo sé. 

Tinny trató de recordar. Unas imágenes borrosas querían salir de su inconsciente, pero no terminaban de tomar forma. Sabía que algo había ocurrido pero no era capaz de decir qué. 

— ¿Qué pasó? — preguntó a su vez. 

Johnny se acercó con paso cansino y se sentó junto a ella. 

— ¿No recuerdas nada?

Ella negó con la cabeza.

— Llamaste, al parecer, desde el teléfono del apartamento a mi trabajo. Cuando me pasaron la llamada me sorprendí y me asusté, y aun más cuando no contestabas. Regresé y te encontré en la cama. Estabas dormida, parecía que querías hablar pero no podías, y...

Entonces los recuerdos le vinieron de golpe.

Sintió de repente cómo los latidos del corazón se le dispararon y su respiración comenzaba a acelerarse. Se levantó de un salto y fue corriendo hasta el espejo, ante la mirada atónita de su amigo.

Pero al observar su imagen reflejada, notó no sin cierto estupor que su mejilla izquierda estaba completamente sana. Su cuello tampoco tenía las marcas amoratadas, producto de una fuerza manual desmedida. No sentía dolor alguno en ninguna parte de su cuerpo, sólo su corazón desbocado y sus pulmones luchando por oxígeno. 

Estaba completamente desconcertada. Observó sus manos y su rostro nuevamente. 

— Tinny, ¿qué sucede? Me estás asustando. 

La voz de Johnny la trajo de nuevo al presente. Se volteó con sutileza para enfrentarlo, pero le fue imposible articular palabra. 

Su amigo se acercó a ella, esta vez alarmado.

— Justine ¿qué está pasando? Por favor di algo, sino llamo de nuevo al méd...

— Johnny, creo que estoy alucinando. 



....


El penetrante olor etílico del hospital le escocía la nariz. 

Los sonidos parecían, por momentos, intensificarse, para luego recuperar su volumen. Desde donde estaba, podía ver las anchas espaldas de Johnny, en la mesa administrativa, haciendo los trámites pertinentes para sus estudios, los cuales ya habían sido realizados. 

Suspiró. Lo único que le faltaba, que estuviese loca. 

Las personas pasaban a su lado, ignorándola algunos, otros mirándola con cierto resquemor. Le pareció extraño esto último. 

— Listo, Tinny. Está todo resuelto. Ahora sólo queda esperar los resultados de los estudios. 

Su amigo se sentó a su lado. Tenía una expresión entre expectante y preocupada.

— Lo siento, Johnny. Todo este tiempo sólo te causé problemas. 

El se volvió a verla con ternura. 

— Ya deja de decir estupideces. Sabes que te considero parte de mi familia, y a la familia se le ayuda. 

Ella sonrió al escuchar aquello. Era demasiado.

— Eres demasiado bueno.

Él esbozó una sonrisa condescendiente. 

— Ya cierra la boca. 

Pero fue incapaz de sostener su sonrisa inicial.

Su mente la trajo hacia sí misma, preguntándose qué era real y qué no. Para Johnny todo había sido un sueño, una pesadilla que se había salido de control, pero aquello había sido tan vívida que ella no podía decir a ciencia cierta cual era la realidad y cual el sueño.

— ¿Me habré vuelto loca? — musitó con tristeza y angustia.

El brazo de su amigo la rodeó por los hombros. 

— No lo creo. El médico dijo que probablemente es un principio de estrés post traumático, pero para eso te hicieron un electroencefalograma, para estar seguros.  

Ella asintió levemente. Sentía los ojos de su amigo en sí misma. También la nota de preocupación implícita en su voz aunque él lo tratase de disimular. Oh, cuánto quería a ese chico. 

Suspiró una vez más. ¿Cuánto tiempo pasaría hasta que le dieran aquel veredicto? Y al margen de ello, ¿qué haría si fuese cierto? Jamás había pensado en esa posibilidad hasta ese momento. 

— Tinny. 

Al escuchar la voz de su amigo, ella desvió su mirada perdida hasta su rostro.

— Has pasado por demasiado, tener un estrés post traumático me parece algo bastante probable. Lidiaremos con eso, así que deja de sobre pensar.

Pero antes de que pudiese contestar, el médico que la había visto anteriormente se presentó ante ellos, indicando que lo siguiesen con un gesto cortés.

En la pequeña habitación del consultorio, Tinny comenzó a sentirse cohibida. Tenía la inmensa necesidad de tomar a Johnny por el brazo, pero temía de que aquello se viese extraño, por lo que se obligó a mantener la compostura, recurriendo a los viejos trucos aprendidos en su antigua vida.

— El electroencefalograma no muestra una actividad neuronal anormal. Tu cabeza, al menos físicamente, está bien Justine. Pero debes decirme la verdad ¿ha ocurrido algo en tu vida, algún evento traumático, algo que te haya marcado psicológicamente?  

Ella se tensó al escuchar esto. ¿Se suponía que debía contarle todo lo que había pasado aún a sabiendas de los riesgos que aquello implicaba? Y si no lo hacía ¿qué caso tendría haber hecho todos aquellos estudios exhaustivos? ¿Su tranquilidad valía su salud mental? ¿O es que ambas estaban intrínsecamente relacionadas? 

Johnny tocó su brazo con delicadeza.

— Tinny, escúchame. No tengas miedo de decir la verdad. Debes de decir todo lo que te ha ocurrido. 

Se sentía entre la espada y la pared. ¿Por qué las cosas de pronto se volvían tan complicadas? Pero algo en el tono de voz de su amigo le decía que debía hacerlo o, al menos, intentarlo. 

Suspiró levemente y se recostó en el respaldo de la silla. No porque se sintiese cómoda, sino porque algo en su cabeza se había rendido.

La voluntad de pelear, tal vez. 


...


— Aún no entiendo por qué tengo que ir a tu trabajo. Se suponía que no debía salir de tu apartamento.

Desde el asiento del copiloto, Tinny observaba cómo la lluvia se deslizaba por el vidrio de la ventanilla, distorsionando el paisaje urbano.

Las cosas cada vez tenían menos sentido en su vida.

— Acordamos en que iba a cuidarte más. Contigo en mi trabajo es más fácil. 

— Se siente como si me vigilaras en realidad. No voy a matarme. 

— Aún. 

Ella dejó salir un largo suspiro. 

— Tinny ¿Qué es lo que te molesta?

Ella, que no había hablado del asunto desde el día anterior cuando volvieron del hospital, dejó que su verborrea saliese, sin tapujos.

— Estoy asustada porque aún no sé lo que me pasa, tengo miedo de que mi familia me encuentre sólo por haber ido a ese maldito hospital, y todavía no puedo recuperarme de aquel estúpido sueño. Y me siento increíblemente inútil.

Su amigo no contestó y aquello la puso aun más nerviosa. 

— Yo no sé qué va a p...

— No tengas miedo por tu familia, Tinny. Estás bajo secreto profesional, si dice algo lo más probable es que le quiten la licencia para ejercer, no dirá nada. Además, era necesario que sepa la verdad, era la única forma de ayudarte.

En aquel momento, el automóvil se detuvo en semáforo.

— Entiendo que estés asustada, y ese miedo te causa todo el estrés. Tinny, no subestimes los hechos que te pasaron. Yo hasta diría que es normal. No puedes esperar vivir todo lo que viviste y que tu cuerpo no reaccione en consecuencia.  

Ella estuvo a punto de replicar pero, al escuchar aquello se detuvo.

— Y... no te sientas inútil. O al menos inténtalo. Hoy por hoy no estás en condiciones de hacer nada, Tinny. Debes priorizar tu salud. — dijo Johnny pellizcándole la mejilla.

Pudo ver entonces aquel destello de verdad en los ojos de su amigo, era un gesto casi imperceptible pero que ella sabía reconocer bien. 

Asintió de manera quedada, esbozando un gesto de dolor sutil ante el pellizco cariñoso de su amigo. 

Vio entonces cómo se detenían delante de un portón enorme de metal, en color negro. Johnny sacó una tarjeta blanca de su billetera y la expuso ante un lector magnético. El portón aquel comenzó a abrirse en ese momento.

— Llegamos. Tranquila, pregunté si podías venir y expliqué la situación, así que no debería de haber ningún problema. 

— De acuerdo. — contestó ella con un hilo de voz. 

Aquella situación era por demás extraña, además de molesta. 

Por una parte sentía que tranquilamente podía empezar sus sesiones de terapia sin la necesidad de asistir al trabajo con su amigo. Por otro lado, dudaba si de verdad era necesario ir a aquellas sesiones de terapia psicológica que le había prescrito el médico psiquiatra. Y por último, era como ser nuevamente una niña, la cual estaba a expensas de su tutor, sin la libertad de poder hacer nada. 

En ese momento cayó en la cuenta de que había olvidado por completo el verdadero concepto de la palabra libertad.

Una enorme tristeza comenzó a hacerle mella en el pecho, pero era consciente de que no era ni el lugar ni el momento para llorar ni hacer ninguna clase de escándalo, por lo que se abrazó a aquella máscara de frialdad y decidió, por el bien de su amigo y del suyo propio, mantenerse tranquila. 

En aquel momento se percató de que habían ingresado a un edifico. 

Allí, su amigo le pidió que lo esperara mientras él se dirigía a registrarse. Ella aceptó con un simple gesto de su cabeza y se apoyó en una de las paredes, pintadas de un color gris exquisito, que acompañaba al ambiente elegante que había allí dentro. 

Era la primera vez que iba a un lugar así desde aquella visita errática a ese museo diminuto que había encontrado de casualidad, por lo que sus ojos comenzaron a deambular por todos lados, observando maravillada el lugar donde se encontraba. 

Por primera vez en mucho tiempo, empezó a sentirse un poco más ligera, como si de pronto los problemas que tenía sobre sus espaldas pesaran un poco menos. Tal vez no había sido tan mala idea acompañar a Johnny. 

— Tu... ¿qué haces aquí?

Una voz masculina, distinta a la de su amigo pero que de alguna forma ella podía identificar, la sacó de pronto de la burbuja mental en la que se había metido sin darse cuenta. 

Volteó su cabeza en aquella dirección, sólo para encontrarse con el rostro que menos se esperaba encontrar. 

— ¿Yesung? — dijo ella, sin poder reprimirlo. 

Se retractaba: había sido una pésima idea acompañar a su amigo al trabajo. 

Y si, iba a necesitar de aquellas sesiones de psicoterapia.  


Continuará.


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