CAPÍTULO 9: TUTOR | LINAJE OCULTO
Las noches de octubre se volvían cada vez más frías, al igual que sus recuerdos.
Poco a poco sentía que la vida iba acomodándose, como un puzzle deteriorado y viejo, pero que aún servía.
Aspiró el gélido aire impregnado de aroma a café, galletas y combustible, al tiempo que caminaba apasible por el pequeño parquizado cercano a su casa. El haberse mudado al barrio de Gwanak-gu tenía la particular ventaja de contar con varias panaderías y cafeterías, colindantes a la estación de servicio principal, la cual estaba a unos cuantos metros de su edificio de departamentos.
Era extraño, pero a pesar de ser uno de los barrios más transitados de Seúl, aquella zona era particularmente tranquila. Tanto, que ella decidía salir de tarde en tarde a dar vueltas, como quien no quiere la cosa, para distraerse de aquel interminable encierro.
De vez en cuando se detenía en alguna de las panaderías para comprar galletas artesanales.
La vida volvía a sentirse como tal.
Sentada en el borde de un cantero del parque, emitía pequeñas nubes de vaho apenas perceptibles, que se desdibujaban en el aire. Las pocas personas que había allí pasaban de ella, lo cual agradecía con vehemencia. Había cámaras de seguridad, como en el resto de Seúl, pero ella aparentaba ser un niño de trece años, con aquellas ropas holgadas y sin ningún atisbo de elegancia, por lo que le resultaba cada vez más fácil pasar desapercibida.
De su vida pasada poco quedaba. Solo aquellos ojos con una extraña heterocromía en colores azules, que debía ocultar siempre que salía del apartamento en el que vivía con su amigo, casi hermano. Fuera de eso, nada quedaba de la femenina y recatada hija del duque.
Ahora era una chica "tomboy" que se dedicaba a la venta de libros digitales y que deseaba estudiar paleontología. Pero sabía que aquello no iba a ser posible, al menos de momento.
Llena de suspiros guardados, se levantó de su estro asiento improvisado y comenzó a recorrer con lentitud los cuidados senderos del parque, viendo cómo las últimas luces del día morían en el horizonte, debajo de la espesa capa de nubes cargadas de agua. Sonrió con ganas.
Al contrario de el resto de la gente, a ella le gustaba especialmente aquella hora del día. No lo veía como el depresivo final de una jornada, con aquella mirada nostálgica y melancólica, sino como la natural manera que tenía para decir que había sobrevivido a otro día. Era esperanzador y concluyente.
Inconscientemente, se dirigió a su panadería favorita, para comprar aquellas galletas de avena con chip de chocolate que tanto le gustaban.
Así, simple, rota y distraída, había comenzado a amar a aquella versión de sí misma.
El calor de la cafetería contrastaba en demasía con el frío húmedo de la intemperie. Adentro, el lugar era pequeño, cálido y acogedor. El olor del café recién hecho y de la panadería dulce le daba al ambiente un toque más hogareño, cosa que ella disfrutaba, recordando las tardes frías en una Londres distante y lejana, donde su madre solía llamarla para tomar el té, acompañada de una porción de tarta de nuez. Tal vez por eso le gustaba tanto aquel lugar.
Mientras esperaba su turno para comprar, desvió la mirada hacia las gerberas de distintos colores que adornaban el espacio. Eran flores reales, solo que disecadas y tratadas para poder permanecer en el tiempo. No pudo evitar recordar su propia flor, que yacía entre las páginas de uno de sus libros favoritos.
A él no volvió a verlo.
Por muy estúpido que le pareciera, hablar de aquel sujeto la ponía nerviosa. Al principio, Johnny había tratado de abordar el tema, sobre todo en los días siguientes a su visita a la SM, en donde había tenido lugar aquel desdichado encuentro, pero ella había sido lo suficientemente hábil como para eludir aquella conversación, que se le antojaba odiosa y por demás innecesaria.
Lo sabía, lo sentía y le molestaba, pero en el fondo, aquel regalo tímido y sencillo, había movido en ella algo que le era completamente inusual y ajeno. No se sentía como siempre al recordar ese día, y eso la ponía de muy mal humor.
Pero guardaba aquella flor, con la delicadeza de quien guarda un pequeño tesoro. ¿Por qué? Ese tipo ni siquiera le gustaba.
La gerbera era una de las flores más sencillas y bonitas que existían. Transmitían dulzura y tranquilidad. Tal vez por ése motivo es que ella aún la conservaba entre sus escasas pertenencias. Además la pobre flor no tenía la culpa de que quien la había entregado era un arrogante, vanidoso y malhumorado idol de kpop, acostumbrado a que todas las chicas suspiren por él. Solo por ese motivo ella no iba a desecharla, ¿verdad?
Salió de la pequeña tienda con el botín de galletas y el ceño fruncido. Pensar en Yesung siempre la dejaba de muy mal talante.
Afuera, la quietud comenzaba a romperse para dar paso a la vida nocturna.
A diferencia del barrio anterior, donde las calles y las casas estaban entrelazadas entre sí, formando extraños pasadizos poco pintorescos, el barrio de Gwanak-gu estaba perfectamente equilibrado y distribuido. En parte porque se trataba de una zona completamente administrativa y universitaria, pero aquel equilibrio se lo daba la cercanía a las montañas, lo cual lo hacía un lugar tranquilo y muy húmedo.
Ella estaba feliz por aquel cambio.
El contraste entre la naturaleza de las montañas y la agitada vida urbana le parecía hasta en un punto cómico, sin dejar por ello de ser agradable. Además, el departamento en donde ahora vivían tenía dos habitaciones, por lo que podía tener su propio espacio sin tener que invadir el de su amigo.
Si, la vida estaba más o menos en orden.
El camino a casa siempre le había parecido algo digno de recordar, por lo que dejó que las hermosas vistas se llevaran parte de su inesperado estado de ánimo. Así, absorta en los pequeños jardines de los retaurantes, los iluminados escaparates llenos de productos y en la brisa fría que descendía de la montaña y le golpeaba el rostro con cierta fuerza, caminó las interminables calles que llevaban hasta su paradero.
De pronto, y estando a unos cuantos metros del final de su recorrido, un movimiento anormal hizo que se saliera de su ensimismamiento y que centrara su atención en un grupo de personas que caminaban todas juntas hacia una misma dirección, en una especie de caos organizado.
Su curiosidad se encendió y decidió, solo por esa vez, desviarse de su recorrido para poder satisfacer su repentino arranque de indiscreción.
Avanzó con sigilo y delicadeza hacia aquel agitado grupo que se movía de aquella manera tan anormal y, la vez, cuidada, como si se hubiesen puesto de acuerdo con antelación para ello. Por su propia seguridad, decidió detenerse a unos cuantos metros, ocultándose entre unos postes de luz y algunos banners, pero que le permitían tener una buena vista de lo que sea que fuese aquello.´
Su inherente capacidad de escabullirse de los ojos ajenos la había hecho lo suficientemente hábil como para haberse acercado sin que nadie lo notase.
No podía entender lo que decían, pero claramente estaban diciendo cosas, hablando de un modo que le pareció poco natural. Algunas de las personas del grupo se alejaron para que otras que estaban en las cercanías se integraran y desaparecieran en el tumulto. Como era ya de noche, algunos usaban una especie de luces sostenidas en largos palos metálicos.
Eran algo, y hacían algo, pero no entender el qué, hasta que una voz fuerte y clara dijo "¡CORTE!". Entonces cayó en la cuenta de que estaba ante un set de filmación.
El grupo de personas comenzó a dispersarse de a poco , dejando a la vista los tradicionales carritos de filmación y los paneles de luces. Algunos de ellos quedaban allí mismo, observando un manojo de papeles que llevaban en las manos, mientras que otros se dirigían hacia un centro improvisado de cómputo, reuniéndose alrededor de una laptop. Varias mujeres se acercaron hacia un hombre alto, vestido completamente de negro, y comenzaron a retocarle el rostro. Era evidente de que se trataba del actor de aquella escena.
Se preguntó quien era aquel sujeto ya que, debido a la distancia, no lograba distinguir sus facciones.
De pronto, y luego de mover su pierna un poco para evitar el cansancio de estar tanto tiempo en una misma postura, la particular y dolorosa sensación de calambre extendiéndose por toda la pierna hizo que ella lanzase un pequeño gemido de dolor, al tiempo que tiraba algunos de banners que estaban allí y que la cubrían. Pero poco le importó ya que la molestia por aquel calambre le abarcaba casi toda su atención.
Comenzó a frotarse la pantorrilla, en un afán de deshacerse de la molestia cuando en su campo de visión apareció un par de zapatillas masculinas. Bueno, las cosas o iban bien, eso era obvio.
Al alzar los ojos se encontró con la cara de un sujeto contrariado y de pocos amigos. Pero antes de que ella pudiese decir algo, aquel sujeto la tomó del brazo y la sacó de su escondite improvisado, llevándola casi a rastras hacia donde estaban las demás personas.
Oh, no podía ser cierto.
— Este mocoso estaba husmeando la filmación. Deberíamos comunicarnos con sus padres y realizar una demanda. — y dirigiéndose hacia ella, agregó: — ¿No sabes acaso que está prohibido husmear en los sets de filmación?
Tinny, que no sabía si sentirse aliviada por haber pasado por un niño, o angustiada por el hecho de que querían contactar con sus supuestos padres, dejó que por primera vez en mucho tiempo, el silencio le ganara de mano y no abriera la boca para emitir ni una palabra, dejando que su cara de incertidumbre y espanto la dominasen por completo.
Entonces escuchó una risa masculina que venía desde atrás de la gente del set que se había amontonado para ver lo que sucedía. Lo que le faltaba a ella, ser el centro de burlas.
Comprendió en aquel momento en el lío en el que se había metido, sola y sin que nadie pudiese evitarlo. Un escalofrío le recorrió la espina dorsal cuando la idea de que su vida tranquila y oculta corría grave peligro.
Había sido una idiota.
Se había dejado llevar por una curiosidad estúpida y ahora aquella vida que tanto le había costado construir hasta aquel momento, pendía de un hilo debido a su propia estupidez. Qué tonta había sido.
— Déjenlo. Es un amiguito mio.
Un escalofrío aún más potente que el anterior la sacudió por completo cuando reconoció la voz de Yesung, viniendo desde la multitud.
De verdad, aquel sujeto era como un grano en el ojo.
— ¿Amigo? ¿Un niño? — le preguntó alguien.
— ¡Si!, nos conocimos jugando al basquetball hace un tiempo. ¿Verdad, Justin? — dijo el idol mientras se acercaba hacia ella. Tinny respondió a regañadientes, asintiendo con la cabeza. Y, aunque ahora le molestase la actitud arrogante de aquel sujeto, en el fondo reconocía que su intervención la estaba salvando de mucho.
— Déjenlo, no hará daño a nadie si se queda a mirar. Es más, quiero que se quede. ¿Puede, verdad? — continuó Yesung, esta vez dirigiéndose a quien parecía ser el director de toda aquella parafernalia. El aludido asintió, agregando que no habría problema alguno. Para ese entonces, el sujeto que la tenía tomada del brazo la soltó, haciendo que ella pudiese tener ahora más autonomía.
Pero lo cierto era que quería largarse de allí.
Quedarse allí significaba estar bajo una clase de "tutela" improvisada por parte del idol. Además, todas esas personas trabajaban en la SM, por lo que podrían reconocerla con facilidad, y no tardarían mucho en relacionarla con Johnny. Y lo que menos quería ella era generarle problemas a su amigo.
Se encontraba en medio de personas que no conocía, en un set de grabación que nada tenía que ver con ella, y custodiada por un sujeto arrogante e insufrible. Oh, qué pesadilla.
Pero no quería ser injusta. Sabía que Yesung le había salvado de quien sabe qué problema, pero le estaba ocasionando otro. Podría haberla dejado libre, dándole una media.
Entonces, y sin que ella lo anticipase, escuchó la voz del integrante de Super Junior pegada en su oreja, haciéndola estremecerse debido a la sorpresa y a la cercanía.
— Sígueme el juego y no te preocupes. Ya estamos terminando de rodar. Cuando finalice, te llevaré a tu casa.
Y, sin darle tiempo a que ella respondiera, se alejó en dirección al centro de aquel set de filmación.
Ella lo observó mientras maldecía su suerte internamente.
De verdad Yesung era una molestia.
Continuará.
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