SUEÑO DE UNA NOCHE DE VERANO | PRÓLOGO | LINAJE OCULTO

 "Fue presentada ante la sociedad londinense, la futura heredera del ducado de Buckingham, Anastasia Stanley, de veinte años de edad. Una joven esbelta, elegante y agradable, con un cabello largo y negro, y aquellos increíbles y llamativos ojos, cuyo iris de color negro cuenta con una marca en forma de "girasol", en un color parecido al gris, lo que denota el linaje al que pertenece. Es, sin lugar a dudas, una mujer hermosa".

Con un profundo suspiro, cerró el periódico y lo dejó caer hacia un costado, mientras observaba el ostentoso diseño de la alfombra que cubría el suelo de su habitación, en la parte alta del palacio. 

De afuera, le llegaban los ecos apagados del ir y venir de los empleados, ansiosos por cumplir con todos los protocolos para el baile que daría comienzo en cuestión de unos minutos. 

Giró la cabeza nuevamente en dirección al periódico, sin poder suprimir una mueca de asco.

"El linaje", pensó con desprecio. "Jamás voy a entender a la gente y sus debilidades vanas. El poder, la riqueza, el linaje, el "status", el dinero. Qué estupidez. No vale la pena."

Se levantó con desgano del exquisito sillón tapizado en terciopelo rojo, y se dirigió hacia el tocador, buscando aquello que la hacía calmar sus nervios, su preocupación, su tristeza. 

Sin quererlo, se miró en el espejo de cuerpo entero. 

Ya no era la misma persona. Eran sus ojos, pero no su mirada. Era su rostro, mas no su expresión. Era su cuerpo, pero era solo eso, un cuerpo. Su alma había escapado, se había ido quien sabe a qué lugar desconocido. 

Tal vez estaría jugando con Titania y su séquito de hadas en el bosque, en una eterna noche de verano. O quizá estaría riendo con las travesuras de Puck. O, tal vez, ella misma encontraría un Oberón, dispuesto a todo por ella. 

Otro suspiro se anidó en su garganta, el cual dejó salir con pesadez. 

Buscó en su alhajero, entre las interminables joyas, aquello por lo que iba. Con delicadeza, tomó el pequeño colgante dorado que su madre le había regalado cuando ella era aun una cría, y lo sostuvo cerca del pecho. Aquel pequeño dije en forma de flor de cerezo era lo único que calmaba su angustia y su dolor. Era como tener una pequeña parte de aquel ser que le había dado la vida consigo, a pesar de que ahora sólo podía verla a través de sus recuerdos. 

— Pequeña Dama, su prometido acaba de llegar. 

La voz dulce de su doncella la sacó, de repente, de su débil burbuja de fantasía y melancolía, trayendola de regreso a esa realidad opaca y sin brillo en la que, por causas del destino, se había sumergido. 

— Gracias, Jane. - contestó con la misma dulzura, tratando de no evidenciar la profunda tristeza de la que era presa. La aludida hizo una pequeña reverencia y se alejó, dejándola nuevamente sola.

Se irguió aún más, y se colocó la cadenita con la flor del cerezo. Se dirigió hacia la puerta, en una caminata lenta.

Hoy, se anunciaría la fecha de su boda.

"Si nosotros, las sombras/os hemos agraviado/pensando en lo siguiente todo/estará arreglado./Pensad que en este rato/habiendoos dormido/todas esas visiones/se os han aparecido.

Tal vez, algún día, se acabe aquella interminable noche de San Juan.




👉PROHIBIDA LA COPIA PARCIAL O TOTAL DE ESTA HISTORIA👈
🅒TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS



Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares