CAPITULO 1: FIRTS DAY OF MY LIFE | LINAJE OCULTO
[ESTE CAPÍTULO CONTIENE ESCENAS SENSIBLES. SE RUEGA DISCRECIÓN]
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"Trata de aguantar. Concéntrate en aguantar un poco más."
Aquellas palabras, como pequeños dardos, se incrustaban en su mente mientras se observaba en el espejo facetado del lujoso baño de aquel hotel.
Afuera su prometido, el duque de Birmingham, dormía plácidamente, después de haberla poseído como si fuera un demonio.
Los recuerdos, crudos y vomitivos, volvían a ella con ferocidad, mientras trataba de hacer silencio. No quería despertar a aquel ser nefasto con su llanto, y tampoco quería que los demás se enterasen. No estaba dispuesta a dar explicaciones a personas que no sentían ninguna clase de empatía hacia ella.
Desde el espejo, podía observar aquellos ojos cristalinos por las lágrimas, desprovistos de vida, observarla con dolor y congoja. En algún momento de su vida, había comenzado a sentir lástima por sí misma y, ahora, comenzaba a cansarse de ello.
Pálida y cadavérica, se secaba con brusquedad las imperiosas y obstinadas gotas saladas que brotaban sin cesar, hartas de la vida.
Rebuscó con desesperación en su pequeño necesser el pequeño objeto punzo cortante y, sin esperar más, procedió a deslizarlo sobre la piel de abdomen, ejerciendo un poco presión para realizar un corte, lo suficientemente profundo como para sangrar y para que el dolor físico de aquella herida autoinfligida mitigue, de alguna manera, su dolor emocional.
Estaba harta.
Harta de fingir, de ser abusada, de vomitar cada vez que aquello ocurría, de lacerarse para poder obtener de alguna manera, un balance mental. De vivir.
Dejó caer la cuchilla hacia un lado y, luego de esperar a que los espasmos productos del dolor aminorasen, procedió a entrar en la ducha.
Cerrando los ojos, imaginó que el agua caliente se llevaba consigo toda la inmundicia a la que se era sometida.
Al abrir la puerta del cuarto de baño, observó al duque con la repulsión en la garganta, en medio del vaho húmedo.
Se vistió lo más rápido que le permitieron sus heridas, tomó sus pertenencias, y se dirigió hacia la salida de aquel gran hotel, emplazado en el centro de la ciudad de Tokio.
El lobby estaba completamente desprovisto de vida. A las tres de la mañana, varios de los guardias se habían quedado dormidos y, los empleados del hotel no reparaban en nadie.
Salió hacia un pequeño jardín interno, bellamente adornado con objetos del Japón antiguo, y se sentó en uno de los bancos de mármol.
Dejó salír un profundo suspiro.
Sentía la piel del rostro tirante por el agua caliente, y los ojos aún le ardían debido al llanto.
De su pequeña cartera, sacó un anticuado teléfono móvil. Buscó un número en el aparato y llamó.
— ¿Diga?
Una voz cadenciosa y varonil se escuchó luego de uno segundos. Ella sintió cómo se le llenaban los ojos nuevamente de lágrimas.
— Hola John. - dijo apenas en un susurro. Tenía la garganta anudada por el dolor y la congoja.
— ¡Hola pequeña dama!
— Ya te dije que no me llamara así - lo reprendió. Pero al oír la risa quedada de su mejor amigo, sintió cómo parte de aquel peso compuesto por la angustia y el hastío se desvanecía.
Johnny, el chico que había conocido a través de un juego en línea que habia jugado de manera oculta para que en el palacio no se enteraran. El único que la había entendido y ayudado. Y ahora era el único que la salvaría. O así le había dicho él.
— De acuerdo. Oye, ¿estás bien?
— No.
Hubo un breve silencio desde el otro lado.
— ¿Johnny?
— ¿Llevaste los papeles?
— Si.
— Bien. Escucha lo que harás Tinny. Porque, según mis cálculos, es la única forma de esa pesadilla de termine. ¿Ok?
—Ok.
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Se miró poro última vez en el gran espejo de la habitación, dispuesta a regresar a Inglaterra
Su familia y la de su prometido se habían reunido en Tokio para cerrar contratos con varias empresas, y como una especie de recreación previo a la boda.
Y ahora, después de haber resuelto aquellos asuntos, se proponían volver.
— Pequeña dama, ya está todo listo. - le dijo Jane, su doncella.
Anastasia observaba con atención los resabios de las ojeras, ocultas debajo de maquillaje.
— Gracias Jane. - le respondió con desgano.
— Pequeña Dama, ¿me permite su equipaje?
— Si, por favor. Sólo déjame ese bolso de color rojo. Lo llevaré yo.
La doncella asintió tímidamente y salió.
Había llegado la hora.
Se preparó, tomó aire, y cruzó el umbral de aquella pesada puerta de roble. Al llegar al lobby, se percató de que este estaba atestado de gente, entre el personal del hotel, huéspedes curiosos, cortesanos, y también podía ver algunos reporteros. Miró a su alrededor. Ella, permanecía junto a su familia, detrás de una veintena de personas de seguridad, las cuales la ocultaban de la mirada indiscreta de toda aquella muchedumbre.
El avión de su familia despegaría desde una pista privada en el aeropuerto, por lo que el ambiente era plenamente propicio.
— Me olvidé el móvil en la habitación. Me disculparán, pero regresaré a buscarlo. - dijo de pronto a Jane, con un gesto de preocupación. Esta la miró sorprendida.
— ¿En dónde tienes la cabeza? Déjalo, compra otro. O dile a Jane que vaya. - interrumpió su padre.
— Lo siento, pero he de recogerlo yo misma. No me gusta que nadie más que yo lo toque. - refutó con delicadeza. Se giró sobre sus hombros y pidió a dos de los guardias que la acompañasen. — Regresaré en unos segundos.
Sin darle tiempo a contestar, se volvió sobre sus pasos y se encaminó hacia el ascensor, seguida de sus dos guardias personales.
— He de hacer una llamada. Por favor, me esperan aquí. - les dijo, dirigiéndose hacia la habitación previamente ocupada, la cual se encontraba en un pequeño codo al final del corredor.
Pero en lugar de entrar al cuarto, se dirigió hacia el ascensor de servicio, y presionó el botón que sabía de antemano.
"S1". Subsuelo 1.
Entonces la adrenalina de disparó.
"Escucha Tinny. Desde el momento en que entres al ascenso tienes sólo cinco minutos en total para hacer todo y salir, antes de que se forme el revuelo." Le había dicho su amigo.
"Al llegar al subsuelo, asegúrate de que se trate el área de servicio. Por lo general a esa hora de la mañana no suele estar tan ocupada como por la tarde o la noche. En el paquete que te dí en Londres hay una redecilla para el cabello y una peluca. El resto debes de comprarlo tú y tenerlo listo para ese momento. En el sobre de papel madera también están tus papeles básicos: tu antiguo pasaporte, tu acta de nacimiento legitimada, los papeles de la visa, una tarjeta de débito y un pasaje de avión sin fecha. Debes ser rápida y concisa, si no quieres que se den cuenta de que te estás fugando."
Y es que tenía dos caminos: aceptar la vida de lujos que tenía hasta ahora y, junto con ella, la amarga realidad que representaba, o dejaba todo atrás, empezando de cero otra vez, una vida de la que nunca debía haber salido.
Y ella ya había decidido. Hacía mucho tiempo que lo había hecho.
Aprovechando el subidón producto de la adrenalina, salió disparada en cuanto la puerta del elevador se abrió en su destino. Había pasado sólo un minuto, pero el tiempo se le escurría de las manos en cuanto se paraba a pensar.
La ausencia de cámaras de seguridad en el subsuelo 1 y lo escaso del personal en aquel sitio hacían de este el más idóneo para la fuga.
Miró con curiosidad y miedo a su alrededor, buscando el atisbo de alguna persona, pero para su fortuna, en aquel momento no había nadie allí.
Corrió hacia un pequeño hueco entre dos armarios y comenzó a desnudarse, sacando de aquel bolso rojo unos jeans rotos para niño que había encontrado y una remera ancha con el logotipo de una banda de rock. Se puso una ropa interior sencilla, cambiandola por las delicadas piezas de encaje que llevaba y, con un líquido desmaquillante procedió a sacarse todo rastro de maquillaje de su rostro. Sacó del paquete que le habia dicho John la redecilla y la peluca, con la mejor eficacia que pudo. Tomó las delicadas ropas de organza, junto a los zapatos de tacón en el bolso, para luego calzarse con unas simples zapatillas negras.
Sacó una mochila de aspecto varonil e introdujo todo lo que llevaba allí, cerciorándose de que los papeles que le habia dado su amigo estuviesen correctos.
En un espejo manchado, se observó casi con asombro. Aquella imagen se le antojaba extraña, pero aún así le gustaba.
Sacó una pequeña cajita con lentillas de color negro y se las colocó, ocultando así la evidencia más clara.
Miró su reloj. Habían pasado cuatro minutos desde que aquella arriesgadísima operación había comenzado.
Sacó su celular de última generación y destruyó el chip que llevaba en su interior. Se colocó unos auriculares conectados a un reproductor de música, pero no lo encendió. Cubrió la mitad de su rostro con un cubrebocas negro, tambié sugerido por su amigo y, calándose la capucha en su cabeza y la mochila en su espalda, miró por última vez su reloj. Se habían cumplido los cinco minutos.
Se dirigió con urgencia hacia una puerta que conectaba el exterior a través de una pequeña escalera. En el momento en el que la cerraba detrás de sus espaldas, escuchó cómo alguien acaba de entrar al lugar donde hasta hace unos segundos atrás se encontraba ella.
Afuera, el sol era radiante.
Caminó con paso quedado, de espaldas hacia la única cámara de seguridad que había allí. Al pasar por delante de un de los ventanales espejados, volvió a sorprenderse ante lo que veía. Cualquiera que la hubiese visto en aquel momento, juraría que se trataba de un adolescente descuidado y no de la heredera de un ducado.
Por primera vez, en mucho tiempo, sonrió con ganas.
Se escurrió entre los automóviles estacionados hasta que llegó a la entrada del personal de servicio, que se hallaba en la parte sur del hotel, cara opuesta al lobby.
Traspasó el umbral que se encontraba permanentemente abierto con decisión y tranquilidad. Sentía cómo los latidos del corazón comenzaban a agolparse en las sienes y en lo oídos.
Así, al fin, se encontró de cara a un sinfín de vehículos que iban y venían, en una sinfonía ensordecedora.
Le sonrió a la libertad.
Encendió su reproductor de música en aquel momento y puso The Rasmus, su banda favorita. First Day of my Life comenzó a sonar, como una especie de banda sonora improvisada y exacta para esa situación.
Caminó con paso quedado hasta la calle cruzaba aquella avenida de forma perpendicular y se detuvo a esperar a que aquel semáforo se pusiera en rojo. Pocos segundos pasaron para que aquello ocurriese.
La muchedumbre comenzó a avanzar de manera rutinaria, ignorándola por completo.
Y, una vez en la acera contraria y con la poca adrenalina que aún le quedaba en las venas, echó a correr.
♥
Buenísimo el capítulo!!
ResponderBorrarMuy bueno !! Espero siguiente capítulo
ResponderBorrarQuiero saber cómo sigue!!
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