CAPITULO 2 | IN THE SHADOWS | LINAJE OCULTO
Tenía las piernas completamente dormidas.
Había corrido tanto desde que había salido de aquel hotel hasta que pudo encontrar un taxi, y luego en el aeropuerto, para evitar perder el vuelo que Johnny le había programado, que cuando llegó al asiento del avión, sólo pudo acomodarse y quedar casi al borde de la inconsciencia.
Además, la angustia y el miedo de ser descubierta la abordaban de tanto en tanto, lo que le producía mucho cansancio mental. Hasta el momento de entregar su antiguo pasaporte y que la dejaran pasar sin problemas, no pudo tranquilizarse.
Sólo la turbulencia del despegue la hizo volver a la realidad, y darse cuenta de que todo había terminado.
Sentía la felicidad en cada célula de su cuerpo.
Aún quedaban las reminiscencias de la vida atormentada que tenía hasta hacía apenas unos minutos atrás. El dolor punzante de la herida en su abdomen era el encargado de recordarle tal cosa. Mas no le importó. Decidió que no iba a importarle, al menos de momento.
De pronto, sintió unas ganas enormes de pararse en medio del estrecho pasillo del avión y ponerse a bailar. Pero lo cierto era que apenas podía mantenerse en pie y el desgaste de aquella jornada estaba empezando a pasarle factura. Y tampoco le hacía mucha gracia ponerse en evidencia tan pronto por lo que, en cuanto la turbulencia hubiese calmado, cayó rendida al sueño.
Definitivamente no había nada más hermoso que ser libre.
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La enorme nave había aterrizado con normalidad y puntual, luego de dos horas.
Había despertado lo suficientemente temprano como para poder ver cómo aquel enorme artefacto se asía en la pista de aterrizaje, mientras se sacudía de manera normal.
Tenía la cabeza embotada, los ojos legañosos y el cuello adolorido debido a la mala postura que había adoptado en el viaje. Poco a poco, se fue desperezando hasta sentirse completamente espabilada.
Esperó a que la mayoría del pasaje se hubiese bajado para poder adentrarse en la manga metálica que conectaba el avión con la sala de recepción del aeropuerto.
El temor y el peso de la fuga aparecieron de nuevo cuando cayó en la cuenta de que debía pasar por los controles aeroportuarios nuevamente y, la ansiedad que había disminuido en Tokio volvió a aparecer de súbito. Más de dos horas después, ella ya sería motivo de escándalo para toda la corte británica. Pero conociendo el entorno en el que había vivido tanto tiempo, sabía que tratarían de guardar las formas y mantendrían el secreto lo máximo que pudieran, para evitar a la prensa y los cotilleos, por lo que aun podía moverse en público, antes de desaparecer de la sociedad.
Con reticencia, pero tratando de mantener la compostura, entregó su pasaporte y la visa, mientras el escaner hacía su trabajo con la mochila.
Para su gran fortuna, nadie sospechó nada de ella, ni en su escueto equipaje había nada que pudiera incriminarla en algo, por lo que la dejaron pasar sin mayor problema.
Una vez alejada de la zona de control, pudo sentir el alivio, el cual desapareció tal como había venido, al ver que su amigo no estaba en la zona de arribos. Sin él, se sentía desprotegida y en vilo, como si estuviese a punto de enfrentarse al un peligro inminente.
A pesar de aquella incomodidad, de ser algunos ojos en su persona por el simple hecho de ser extranjera, y de estar perdida, no pudo evitar maravillarse ante lo que estaba viendo.
El aeropuerto de Incheon era un hervidero de vida a esa hora del día.
Si, estaba en Corea del Sur.
Aquel lugar era, como poco, magnífico. Maravillada, observó la excéntrica decoración, emplazada en el centro de aquel enorme lugar. Las personas iban y venían, mientras que las pantallas anunciaban los diferentes arribos y partidas.
Una multitud de jóvenes agolpadas y visiblemente exacerbadas llamó su atención, las cuales observaban en su dirección al tiempo que gritaban y trataban de filmar con sus celulares. Muchas de ellas llevaban carteles con letras coreanas que no llegaba a distinguir.
Fans.
Entonces cayó en la cuenta de que aquella situación no era beneficiosa en lo más mínimo para ella, lo cual le provocó un profundo temor, ya que su rostro podía aparecer por un descuido en algún lugar de internet, y sólo eso bastaría para que la rastrearan, por lo que sin dudarlo reculó de manera brusca, sólo para chocar con alguien a sus espaldas. Su corazón empezó a latir con virulencia, sentía las manos sudorosas y una fuerte presión en la cabeza.
Aquel era el peor momento para desmayarse, pero su cuerpo, laxo y exiguo por el agitado dia que llevaba, no iba a soportar mucho más y ella lo sabia.
Un par de manos la sostuvo un breve momento con el fin de evitar de que aquel choque se prolongara.
— Lo siento... - dijo en un impulso, pero antes de ver a quien había chocado, aquella multitud de chicas comenzó a gritar.
Quiso hacer algo, pero una mano la tomó fuertemente por una de sus muñecas y prácticamente la arrastró lejos de aquel alboroto. Estuvo a punto de gritar cuando miró el rostro de quien la tenía sujeta.
— ¡¡¡Johnny!!!
Una nueva emoción la embargó por completo. Ver a su amigo, aquella persona que se había jugado el pellejo para salvarla delante de ella le había producido un profundo sentimiento que iba desde el amor fraternal hasta el alivio.
Pero antes de que pudiera decir cualquier cosa, la presion de la cabeza se había desviado hacia los oídos, por lo que el ruido del ambiente había pasado a segundo plano.
Y sintió cómo todo se volvía negro poco a poco a su alrededor.
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— Tinny... ¡Ey Tinny!... Diablos, Tinny ¿por qué se te ocurre desmayarte en un momento tan difícil?
Ella abrió los ojos lentamente. Tenía la vista empañada, pero de a poco iba aclarándose la visión.
— Perdón por colapsar después de una fuga de locos...
Escuchó la risa quedada y varonil a su lado. Aquello la tranquilizó enormemente.
— Ya. Ey, ¿cómo te encuentras? Porque si vas a desmayarte de nuevo, prefiero que lo hagas en el departamento.
Quiso reirse, pero se sentía sumamente cansada.
— No voy a desmayarme, pero si no me sacas de aquí lo más probable es que ocurra de nuevo.
— Ni que hablar. Vayámonos. ¿Puedes caminar? ¿O debo llevarte también en andas?
— Cállate.
Johnny la llevó por un costado del enorme aeropuerto hasta llegar a una serie de puertas vidriadas. Afuera, el viento caliente y húmedo y el sol abrazador, le golpeó el rostro con fuerza. Caminaron hasta un aparcamiento y se dirigieron hasta un pequeño automóvil de color plateado y perfectamente normal, ideal para pasar desapercibido.
El pequeño vehículo avanzó al ralentí, mientras ella observaba con gran curiosidad todo cuanto la rodeaba, en silencio y completamente abstraída.
Allí dentro, se sentía protegida.
Seúl era realmente enorme y hermosa. Cosmopólita como la había imaginado, desbordaba magnificencia y futurismo en cada lugar al que miraba. Sentía las mariposas en el estómago, producto de la emoción. Las personas se aglomeraban en las esquinas, dispuestas a pasar. El vaho que se desprendía del asfalto debido a las altas temperaturas se hacía presente, mientras los automoviles pasaban a baja velocidad.
Todo era nuevo. Todo era grandioso. Y todos allí eran muy... coreanos.
— ¡¡¡Tinny!!!
Ella dio un respingo debido al susto.
Tan absorta se hallaba ante la espectacularidad de la ciudad que tenía ante sí que no había reparado ni en el paso del tiempo ni en su amigo que llevaba allí hablándole durante unos minutos de quien sabe qué tema.
— ¡¡Quééé!! - contestó entre risas.
Se sentía como si hubiera renacido. Miró al chico que iba al volante con adoración. De no haber sido por él, su vida hubiese estado condenada.
— Que ya vamos a llegar. Observas todo como si hubieses vivido toda tu vida en el campo.
— Pues... lo hubiese preferido. - soltó casi sin pensarlo.
En cuanto cayó en la cuenta, intentó decir algo más para arreglarlo, pero Johnny sólo le acarició la cabeza.
— Lo siento. No debí haber dicho eso.
Ella negó con la cabeza con una sonrisa.
— No puedo creerme que estés en Corea. ¿En qué estabas pensando?
Su amigo esbozó una sonrisa radiante.
— Se llama oportunidad de trabajo. Ahora deja de quejarte y vamos.
Se quedó estática y sus manos comenzaron a sudar nuevamente.
— ¿Estás seguro de que nadie va a reconocerme?
— Como que me llamo John.
Ella sonrió, pero no estaba muy convencida. Sentía miedo, mucho miedo.
— Tranquila, nadie te buscará aquí, por lo menos de momento.
Y diciendo esto, descendió del vehículo.
El departamento de Johnny era apenas de dos ambientes reducidos, pero aun asi él había insistido a que ella se quedara allí.
Y si quería ser honesta, sabía que no tenía lugar mejor a donde ir, ni más seguro.
Tinny dejó caer su mochila a un costado y se tiró en el sillón de dos cuerpos, mientras su amigo se sentaba en el piso y le pasaba un refresco de naranja, tal y como lo hacían en Londres, sólo que por aquel entonces lo hacían en el sótano de su casa, siempre a escondidas, para que nadie supiese de aquella amistad, prohibida para la realeza.
Se incorporó de pronto y sentó a lo indio, abrió el refresco y se lo bebió de un sorbo, dejándolo hasta la mitad.
— No cambiaste en nada, Tinny.
— Difícilmente lo haga ya esta edad. - replicó ella con un sonrisa.
El chico se acomodó más en el piso. Ella cambió su expresión risueña a una más seria, sin siquiera notarlo.
— No te encontrarán. Tendremos cuidado de ello.
Tinny dejó salir un largo suspiro.
— Tengo mucho miedo, Johnny.
Él sonrió con un deje de tristeza.
— Los cambios son así. Yo también me morí de miedo cuando decidí salir de Inglaterra.
— Tú estás loco.
— No me digas.
La sonrisa volvió al rostro de Tinny.
— Estaba pensando... pero me cuesta mucho decidir qué hacer ahora. Hasta hace poco tenía mi vida detallada en punto y coma, pero ahora es una página en blanco y no tengo idea de cómo recomenzar.
Johnny dio el último sorbo a su bebida.
— Ya encontrarás algo, Tinny. no vas a saberlo ahora, tu mente apenas puede procesar todo lo estás viviendo, no la exijas más.
Tinny guardó silencio y supo que su amigo tenía razón.
—Además siempre puedes contar conmigo.
— De eso ni hablar. - contestó con una sonrisa.
Se levantó pesadamente del sillón en donde se encontraba y se dirigió hacia la ventana del apartamento. Sentía los ojos de su amigo en la nuca, pero no le prestó atención. Posó los suyos en las paredes grises del edificio colindante y suspiró.
Las cosas habían cambiado radicalmente, y llevar aquello le iba a costar lo suyo. Estar en un país tan diferente hacía que la visión del futuro no se viese tan opacada por la excentricidad de la misma, pero no dejaba de tener incertidumbre.
Tenía la clara sensación de que mucho no iba a poder hacer, sobre todo por el peso que tenía su linaje y por el aparatoso medio que la había rodeado desde que su padre se había hecho cargo de ella, a falta de un heredero. La aristocracia y la corte era demasiado para ella, una chica que se había criado como una simple mortal hasta los doce años, cuando su madre había muerto y pasó a estar bajo la tutela de su progenitor.
Afuera, el día comenzada a oscurecer, y en su mente supo que no podía hacer más nada, salvo esperar. Debía hacerse a la idea de vivir oculta para siempre.
En las sombras.
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Buenísimo!!
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