CAPITULO 3: CONOCERTE | LINAJE OCULTO

 



Hacía más de una semana que la lluvia no había menguado.

Desde la ventana de la habitación, Tinny observaba con gesto enfurruñado, mientras hacía cálculos mentales de cuántos mililitros habían caído desde que había llegado. El ruido de una licuadora encendiéndose y de la televisión le venía de la cocina y se sobreponía a la tenue música de jazz que ella había puesto en su ordenador, todo mezclado con el crepitar de las incansables gotas en la ventana.

Exhaló un largo suspiro, acompañado de un mohín.

— Pensé que te gustaba la lluvia.

La voz de Johnny acababa de irrumpir en la estancia con un tono rozando el burlón. Ella blanqueó los ojos. Pero en lugar de contestar con un sarcasmo, simplemente decidió decir la verdad.

— Me gusta, sólo que he querido salir a dar un paseo, y es demasiada. 

Johnny le dio un pequeño coscorrón. 

— Deja de quejarte de esas minucias. Tienes más libertad ahora que antes. 

En eso tenía razón.

Hacía casi dos semanas que se había fugado del hotel de Tokio, en un escape no si de película, pero si estresante y agotador. Y cuando por fin comenzaba a recuperar las fuerzas físicas y un poco las mentales, quiso salir a dar un paseo, para ayudarse en dicha empresa, lo cual había sido difícil. Las calles de aquel barrio coreano, completamente desprovistas de acera, el asfalto resbaladizo por la lluvia, y la constante vigilancia de las cámaras de seguridad, le habían desaconsejado el paseo de reconocimiento del lugar, las visitas exigidas para los foráneos, y el disfrute de la comida callejera.

— Yo no lo creo así, Johnny. Ya sabes, no me siento segura habiendo tantas cámaras de seguridad. Aún con todo, yo quería salir y dar unas vuelt...

— Lo siento Tinny, eso fue mi culpa. No me di cuenta de ese detalle al decirte que vengas aquí. 

Al escuchar aquello, la aludida dejó de mirar al gato del apartamento vecino que la observaba con cara de pocos amigos, para encontrarse con la cara de su amigo pero que, a diferencia del gato, denotaba contrariedad y culpa. Ella se enterneció, pero su honor le decía que no debía permitirse aquello.

— No, claro que no John. Sabes perfectamente lo que pienso con respecto a ese tema.Ya arriesgaste demasiado por mi. Y sabes que si me encuentran contigo, podrían acusarte de secuestro y deportarte desde la embajada. Yo no puedo perm...

— Cállate. Si lo hice fue porque vi que era posible, de otro modo me habría abstenido y buscado otra solución. Además, yo estaré eternamente agradecido por lo que hiciste por mi madre. De alguna manera quería devolverte.

— Te dije mil veces que aquello no era algo para que lo "devolvieses".

— Lo sé, pero yo quería hacerlo. Y aún pretendo ayudarte. Este proceso es largo, necesitas ayuda. 

Tinny se quedó en silencio unos momentos, pensativa. 

Era cierto lo que él decía, pero ella tenía esa especie de carga por la integridad de su único amigo y, ahora, familia. Aquello no podía salir bien al cien por ciento.  Alguien iba a salir muy lastimado, y ella estaba segura de que Johnny iba a sufrir los daños colaterales de aquella epopeya si no hacía algo en un futuro cercano.

— Esto va a salir muy mal si damos un paso en falso. 

— Si, por eso es mejor que te tranquilices y no hagas cosas que pueden llevar a ese paso. 

Quiso dar un suspiro, pero se abstuvo. Notaba la contradicción al decir que ella tenía más libertad que cuando era la heredera del ducado, cuando claramente en aquel momento se encontraba prácticamente encarcelada. Aunque la gran diferencia radicaba en el total derecho de conservación de sí misma, cosa que estaba perdiendo al estar comprometida con aquel sujeto siniestro. 

— Pero puedes dar una vuelta por cierto lugar, allí hay uno de los pocos puntos ciegos, pero si te hace sentir más segura puedo ir contigo.

Ella sonrió con calidez a escuchar aquello. 

— No seas tan condescendiente. Así nunca te casarás.

John sonrió ante la ocurrencia y luego suspiró.

— No te preocupes por eso, - agregó entonces,- soy cautelosa en ese sentido. Recuerda las veces en las que me escabullí para ir a tu casa. Nuestra amistad siempre estuvo marcada por el riesgo.

— Cierto. Pero eso no importa, Tinny. Mamá te quería mucho y estoy seguro que ella no estaría feliz de ver cómo te arruinabas la vida.

Ella asintió y volvió la vista hacia la ventana. 

— ¿Qué noticias hay?

Johnny inspiró profundamente antes de contestar, mientras pensaba la respuesta.

— En Reino Unido dijeron que estabas de vacaciones, porque estabas estresada por los preparativos de la boda. 

— ¿Y la prensa se creyó esa estupidez?

— Por lo menos están aparentándolo, pero los periodistas y los paparazzi son escalofriantes. 

Tinny asintió con pesadumbre.

— Qué horror. 

— Pienso que van a querer mantener las formas hasta dar contigo. 

— Seguramente, pero ¿crees que buscarán aquí?

— No me conocen, y con el disfraz no creo que te rastreen en el aeropuerto. Al menos no de momento.

— Ya.


---


Las angostas calles de aquel extraño barrio de Seul brillaban bajo la luz mortecina de aquel día lluvioso y gris. 

El delicado sirimiri en que se había convertido la lluvia de hacía unos momentos, le recordaban enormemente a su lejana Londres. 

Nacida en el barrio de Ealing, recordaba con nostalgia y dejes de melancolía, el frío penetrante que acaecía en el ochenta por ciento del año, el tiempo desapacible y el inconfundible aroma de una szarlotka, una tarta de origen polaco, que solía hacer su madre al caer la tarde, en la inevitable hora del té. 

Y de alguna manera aquellos pasadizos sur-coreanos, en aquel momento, desbloquearon en su memoria esas escenas que ahora le parecían hasta inverosímiles, aunque lejos estaban de parecerse. Más bien no podía encasillarlos en ninguna parte, ya que no conocía más que su Londres natal y, en ocasiones muy dispersas, Bath. Luego, en los años siguientes a la muerte de su madre, no volvió a deambular por las calles, bajo ningún motivo. Tenía la estricta vigilancia de su padre y todo lo que concernía a la aristocracia moderna. 

Ataviada con el atuendo que había usado para su fuga, lejos estaba de parecerse a la futura duquesa que había intentado forjar durante los últimos diez años de su vida. Al ver su reflejo en el oscuro escaparate de un comercio vacío, sólo pudo distinguir pequeños resabios de aquella mujer que había sido. Ahora más bien parecía un niño malcriado que le jugaba bromas a sus compañeros de clase y se escapaba de la vista de sus padres. 

Pronto pudo divisar el lugar que había mencionado Johnny, donde él mismo solía jugar al basquet. Se sintió aliviada de poder llegar y comenzar a jugar, aunque estaba sola. Había intentado convencer a su amigo de que la acompañase, pero alegó tener una diligencia que hacer, por lo que no le quedó más remedio que encaminarse por su propia cuenta. 

Y si bien no estaba alejado del apartamento de Johnny, si se encontraba a varios metros de allí, por lo que, por unos momentos, sintió miedo de encontrarse sola en aquel lugar. 

Pero pronto dejó aquellos pensamientos atrás, al ver el aro sin red que descansaba en la cúspide de un poste. Sonrió con suficiencia. 

Debía a su amigo la fascinanción por aquel deporte. 

Miró a su alrededor, pero allí no había nadie más que ella y las largas y oscuras paredes de las casas lindantes. 

Se sintió libre.

El simple hecho de correr, saltar, lanzar la pelota, se le antojaba increíble, como de ensueño. Se sorprendía a si misma sonriendo y, de tanto en tanto soltar una leve carcajada, invadida por una adrenalina mezclada con la felicidad que aquello le estaba proporcionando.

En algún momento, la lluvia había aumentado hasta convertirse en un aguacero tan virulento que terminó por empaparse por completo, por lo que atinó a arremangar las botamangas de su pantalón, para poder moverse con más soltura. Asimismo se quitó las zapatillas, que habían empezado a doler, para continuar jugando, descalza. 

Y lejos de sentirse contrariada, le sonrió al Cielo por aquel regalo, mientras lanzaba un tiro que, como siempre, erró.

 Alcanzó la pelota nuevamente y, sin estar dispuesta a marcharse sin haber anotado aunque sea un punto, la lanzó con tanta fuerza, que rebotó violentamente contra el aro y se desvió hacia uno de los costados, yéndose por el aire y traspasando los límites de la cancha. 

Soltando un sonoro bufido de contrariedad, se dispuso ir en su busca, pateando en el ínterin los pequeños charcos de agua que se habían formado, sintiéndose nuevamente una niña.

Desde el borde vio a su pelota cerca de un auto de color oscuro. Por un momento su corazón dio un vuelco, al pensar que podría tratarse de alguien que la había reconocido, pero al mirar hacia el interior del vehículo, sólo distinguió a un sujeto joven con expresión desconcertada, por lo que tomó aire y comenzó a acercarse. 

Pero hacia la mitad del camino, aquel sujeto salió del auto, cerrando la puerta de un portazo y abriendo un enorme paraguas. Ella se detuvo en seco, con la cautela a flor de piel.   

Entonces, el hombre se dirigió hacia la pelota y la tomó, con gesto huraño. 

"Lo más probable es que la pelota haya golpeado al auto". 

Y rogó con todas sus fuerzas no haber roto algo, aunque lo dudaba. La pelota no iba con tanta fuerza.

Tragó saliva con pesadez y resolvió enfrentarse a aquella situación. 

Se acercó con paso quedado, mezcla de sigilo, precaución y pena. ¿Qué debía decir? Apenas sabía lo básico del idioma, aunque podría ser que aquel sujeto hablara inglés, por lo que no le quedó más remedio que ser ella la que lo abordase. Además, fue su culpa, después de todo. 

En cuanto se hubo aproximado, el sujeto la miró con atención, buscando reconocerla. Tinny sentía que por momentos le ganaba la cobardía y, por unos instantes, sopesó a posibilidad de abandonar la pelota y salir corriendo, ya que odiaba tener que hablar con desconocidos, pero antes de que tomara cualquier decisión, el hombre habló.

— ¿Es tuya? - le preguntó directamente, sin protocolos y en un perfecto coreano. 

Ella, que trataba de reunir todo lo que Johnny le había enseñado del idioma, tartamudeó un poco antes de optar por asentir con la cabeza y, luego, bajar la vista llena de vergüenza.

— ¿Puedes entenderme? Por lo visto no eres de por aquí. 

Ella volvió a asentir, esta vez viéndolo a través de las pestañas. Aquel sujeto se quedó observándola, embobado.

— ¿Piensas hablar en algún momento? Es de mala educación no decir nada cuando un mayor te pregunta algo. O es que a los niños de tu país no les enseñan el respeto.

Por algún motivo, el tono con el que había pronunciado aquello le había crispado los nervios. Podía notar cierto deje de petulancia en su voz, cosa que le cambió el humor.

Su mirada, que hasta ese momento había sido de disculpa, temor y vergüenza, se volvió sarcástica, desdeñosa e irreverente.

— Si nos enseñan. También nos enseñan que el respeto no se impone, sino que se gana.

Los ojos lánguidos de aquel sujeto se abrieron al oír esta respuesta. Era evidente que nadie lo había enfrentado. 

— Espera... Tú eres... ¿una chica?

Por algún motivo, aquella pregunta la irritó aún más de lo que ya estaba.

— ¿Tienes algún problema con eso?

Inconsciente o no, había lanzado un dardo desafiante a ese tipo.

Ahora, ya sin el miedo que la había embargado en un principio, pudo observarlo bien, aunque la lluvia le golpeaba la cara y le hacía entrecerrar los ojos. Era alto y delgado, aunque se notaba la musculatura debajo de la tela de la camisa que llevaba encima. Tenía un rostro muy cuidado, y su porte delataba importancia, vanidad y arrogancia. 

Pero aquel rostro se vio atravesado por una mueca de disgusto al escuchar su refuto. Ahora estaba casi segura de que nadie lo desafiaba, por lo que tendió a pensar de que se trataba de un ricachón egocéntrico. Si algo tenía que deberle a su estadía en el ducado de su padre, era el haber aprendido a leer a las personas, aún sin conocerlas. 

— Eres una mocosa irrespetuosa.

— Y tú un imbécil engreído. Ahora devuélveme la pelota. - dijo, estirando la mano.

Pero aquel sujeto, en su lugar, sólo sonrió con socarronería, mientras se volvía hacia la puerta del vehículo.

— Olvídalo. 



Continuará...


                                                    A. Martínez 





















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